Memoria

El proyecto consiste en la reforma integral de un local, abordando tanto su distribución espacial como el diseño interior y mobiliario, con el objetivo de renovar completamente su imagen y mejorar sustancialmente la funcionalidad.

El estado anterior del establecimiento presentaba limitaciones espaciales derivadas de una organización poco eficiente. La vinoteca se ubicaba en el centro del local, junto a un pilar exento, interrumpiendo la fluidez visual y obstaculizando el recorrido natural. La barra quedaba en uno de los laterales, protegida por un tabique que reducía la amplitud y la percepción general del espacio, no generando además atractivo para el uso de clientes, siendo por ello utilizada básicamente por el personal para comandar las bebidas. Al fondo del local y previo a la cocina, se encontraban los reservados que, si bien ofrecían cierta privacidad, quedaban totalmente desconectados del conjunto.

La intervención se centra en tres puntos principales: la eliminación de la vinoteca ubicada en el centro del comedor, la reubicación de la barra para conectarla con el espacio principal y la creación de reservados más amplios y con posibilidad de compartimentación.

La actuación arquitectónica propuso una reconfiguración total de la planta, invirtiendo los usos de las zonas clave y apostando por una mayor continuidad visual. La barra se trasladó al fondo del local, dotándola de un protagonismo central como remate del espacio y estableciendo conexión directa con la cocina. Esta nueva disposición permite una lectura más clara y abierta del local.

El área donde se encontraba anteriormente dicha barra se ha destinado ahora a los reservados, que ganan en superficie y calidad espacial, ofreciendo mayor privacidad sin llegar a aislarse completamente. A estos reservados se llega por un acceso generado mediante nuevas celosías metálicas que permiten dividir sutilmente los ambientes sin cerrarlos, tamizando las vistas y aportando textura y ritmo al recorrido. Por su parte, la vinoteca se ha reubicado junto a la entrada, asociada al expositor de carnes existente que refuerza el carácter del restaurante, especializado en productos de alta calidad. Esta decisión contribuye a definir una identidad clara desde el primer momento, al tiempo que mejora la funcionalidad operativa del local.

Desde el punto de vista estético, se ha apostado por un lenguaje que combina las referencias clásicas requeridas por el autor del encargo, con una interpretación contemporánea. El uso de molduras murales aporta elegancia y atemporalidad, manteniendo su esencia, mientras que la incorporación de elementos metálicos dorados, especialmente en la barra, introduce un acento sofisticado y actual.

En cuanto a la distribución del comedor, se ha apostado por los asientos en bancada, ya que se consigue así una mayor flexibilidad a la hora de agrupar mesas generando tres franjas paralelas. Este mobiliario, de líneas depuradas y tonos intensos como el verde, nogal y elementos dorados dialoga con una paleta cromática neutra dominada por elementos en techos y barra, con acabados de paredes en verde y visón. La iluminación, cuidadosamente diseñada, combina efectos directos e indirectos, generando una atmósfera acogedora y refinada.

La barra, concebida como un volumen curvo y envolvente, se convierte en un hito escultórico dentro del espacio. Sobre ella, un juego de lamas doradas suspendidas potencia la verticalidad y contribuye a articular el conjunto. Este gesto formal, junto con la continuidad de materiales y el tratamiento detallado de cada elemento, refuerza la unidad de la propuesta.

En definitiva, la reforma de La Bodega de la Avenida representa una transformación integral del establecimiento, en la que la arquitectura interior se pone al servicio de la experiencia gastronómica. La nueva disposición, los recursos espaciales empleados y la elección de materiales y texturas, consolidan una identidad propia y diferenciada, combinando funcionalidad, elegancia y contemporaneidad.

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